lunes, 21 de junio de 2010

Ya es verano...

[Giuseppe Arcimboldo: Verano (1573). Museo del Louvre]

Hoy despido la primavera, con inmensa gratitud y devoción. No puede ser de otro modo pues ha sido generosa conmigo de un modo tal que no podía ni siquiera imaginarlo en el momento en que justo empezaba, cuando escribí en el blog: Ya es oficialmente primavera. Lo dice mi calendario, lo dicen en el telediario. Lo demuestra mi jardín, hace un par de semanas, y lo pían los pájaros que regresaron a la morera. Lo celebran mis amistades en sus perfiles de Facebook. Lo veo en los escaparates, que me invitan a quitarme los cuellos vueltos, y lo anuncia El Corte Inglés, como todos los años. [Pero aunque no suena nada mal Il Pericolo numero uno de Renato Carosone, yo prefiero la entusiasta canción de Jorge Drexler.] Falta poquísimo para el cambio horario, para disfrutar de la luz de las tardes, para poner limonada en la nevera, para que abrigos y botas dejen paso a bañadores y sandalias, para recoger alfombras y edredones, para afrontar la recta final del curso escolar, para montar una cena en la terraza, para hacer planes para agosto, y para dormir con las ventanas abiertas. Mientras tanto, nos proponemos preparar el jardín para la siembra de primavera-verano y para recibir, con los brazos abiertos y el alma renovada, todo lo que la primavera (y el destino) nos traiga.

Hoy empieza el verano, tiempo en que los campos salpicados de colores dejan paso al amarillo dorado de las espigas. Tiempo de alternar la quietud durante el día y la actividad nocturna, recuperar algunas horas libres y los ratos en compañía, buscar el rincón más fresco y tranquilo de la casa, disfrutar del mar con los cinco sentidos. Tiempo de regar diariamente, de reservarse un rato para recoger una cosecha generosa, de disfrutar la fiesta de colores, aromas y sabores que nos regala el huerto.

No me aventuro a hacer apuestas, me abro a lo que traiga la vida desde el convencimiento de que todo lo que llegará será mágico, positivo y reparador. Pero tengo la certeza de que se conjugarán de forma generosa matices de tierra, agua, fuego, amor, expresión, luz y conciencia. Habrá desayunos sin prisa, momentos de paz y creatividad en la cocina, un rato de concentración para ahondar en los nuevos proyectos, almuerzos en compañía, siestas amenizadas por los grillos, tardes en la playa con un libro en la mano, chapoteos y castillos de arena, paseos por la costa para capturar la esencia de la puesta del sol y noches bailando en las fiestas de los pueblos de la isla o disfrutando del mar a medianoche. Habrá ocasiones para compartir otros pequeños placeres como aperitivos en la terraza, ensaladas del huerto y parrilladas de verdura, tablas de quesos con pan casero, focaccias y grissini, empanadas argentinas, picnics en la playa, algún pincho de tortilla de patatas, mojitos y caipirinhas largamente prometidos, y esa paellita que se hace de rogar. No faltarán las conversaciones entre mujeres hablando de la vida, las sobremesas de risas y confidencias, los abrazos auténticos que salen del corazón, los achuchones a las amigas corales, y maravillosos tequieros y besos de enanito a la hora de acostarse.

Lo releo y parece que espero muchas cosas, del verano, pero francamente no tengo la menor duda que habrá todo esto en mi vida. Porque esto ya es mi vida. Probablemente lleguen muchas otras más que no puedo ni quiero imaginar. Es lo que tiene ir en tumbada en la barca, acompañada de los remos, escuchando la canción de la vida y dejándome llevar al ritmo que marca el río, con plena confianza, renovado entusiasmo y sincera despreocupación.



Summertime and the livin' is easy
Fish are jumpin' and the cotton is high
Oh your daddy's rich and your ma is good lookin'
So hush little baby, don't you cry
One of these mornings
You're goin' to rise up singing
Then you'll spread your wings
And you'll take the sky
But till that morning
There's a nothin' can harm you
With daddy and mammy standin' by


Postdata: ya recogí los nísperos y los albaricoques. Las manzanas y los melocotones van por buen camino. Salieron los primeros tomates y calabacines. Los pimientos empiezan a sacar flor. Las zanahorias y las lechugas van creciendo, poco a poco pero avanzan. Ni rastro de las sandías y las berenjenas. Las cebollas ya están a punto para ser recolectadas. Seguiremos informando...

domingo, 6 de junio de 2010

Los árboles de mi infancia

En el blog Arbres Amics han colgado una entrada tristísima, que habla de la desaparición de un árbol mágico: la magnolia de la infancia de Joan Calsapeu. Resulta un texto demoledor, que me ha hecho llorar al ir recordando los árboles de mi infancia -mientras escribo esta entrada- y pensando qué sera de ellos, al ritmo que vamos.

El primero de ellos -casualmente hablé de ello en Facebook hace unos días, al descubrir esta foto que había colgado el amigo tramuntanauta (gràcies per deixar-me reproduir-la!)- es la morera de Massanella. La foto me hizo recordar vivamente mi infancia, pude sentir de nuevo la sensación de felicidad de ir pedaleando sobre mi bici roja hasta Massanella, a recoger hojas para los gusanos de seda. Un paseo entre los campos de secano que rodean Mancor de la Vall, el pueblo donde me crié. Guardo miles de recuerdos vinculados a esos caminos, tantas veces transitados caminando, corriendo, en bicicleta, durante dos décadas. Cruzándome con tanta otra gente que también salía a caminar. En aquellos tiempos, la gente no pagaba cuotas de gimnasio...

Casualmente donde vivo ahora hay una gran morera, exhuberante y monumental como aquella magnolia, y en esta época del año dos niñas en bicicleta se paran a recoger hojas. La primera vez que las ví se marcharon asustadas. Tuve que salir tras ellas para explicarles que vinieran cuando quisieran y cogieran cuantas hojas necesitaran. Prometo que les hubiera dado también un abrazo, tan agradecida les estaba por traer al frente recuerdos felices de mi propia infancia... La morera nos da la bienvenida todos los días, cuando abrimos la puerta para ir al colegio y a trabajar. Acoge a los pájaros que me despiertan con alegría todas las mañanas -no hay despertador que pueda superar el placer de escuchar esa melodía, solo una voz amorosa puede igualarlo-. Y nos regala su sombra todo el verano, lo cual la convierte en el sitio ideal para jugar al futbol o preparar una merienda. Me resulta imposible saber su edad, pero es sin duda la matriarca del jardín, y un hito en el barrio por su inmensa altura. Lo percibo como un ejemplar feliz, sano y robusto, que crece a su aire y guarda la sabiduría de otro tiempo. Cuando necesito pensar me siento a su sombra o dejo que mi mirada se pierda entre sus hojas, sé que al cabo de un rato todo se ve de otro color.

Otros árboles que también puedo recordar de forma nítida son los cipreses que había en mi casa. Porque aunque esa casa ya no sea mi casa, y sea la casa de otros niños ahora, siempre será mi casa... Los cipreses que había al fondo del jardín y junto a la escalera desaparecieron hace muchos años, pero aún puedo recordar perfectamente tantas horas a su sombra, sentada entre dos troncos. A veces jugando a cocinitas y a tiendas, con mi hermana, usando sus frutos y hojas secas como si fueran alimentos. A veces escondiéndome, con un libro en la mano, buscando un poco de paz. Cuando la palabra tiempo tenía otro significado, porque no se perdía, se dejaba pasar sin ninguna prisa...

También recuerdo los campos de almendros y algarrobos que rodeaban mi casa, y que eran nuestros rincones de juegos favoritos. Con mis hermanos y mis vecinos pasé mañanas y tardes enteras haciendo cabañas y creando escondites, llevando troncos y chismes de aquí para allá, probando alternativas y haciendo reformas, y sobre todo inventando historias. Con esa bendita habilidad que tienen los niños para disfrutar el presente, sin pensar en nada más y perdiendo la noción del tiempo. Se podía salir por la puerta de casa tras el desayuno y de repente escuchar una voz que nos reclamaba a comer. Uno de mis sueños recurrentes siendo niña (en el sentido literal del término, pero también un anhelo en el sentido que pensaba que sólo los mayores lo podían lograr) era vivir sobre uno de esos árboles, hacer una cabaña en la que fuera posible vivir y conseguir que tuviera un techo que no se hundiera sobre nuestras cabezas. Me alegra que los de Marlango se hayan animado a hacerlo realidad.



Otro árbol que asocio con mi infancia es el cerezo de Don Sebastián, un anciano que vivía en la casa de al lado. Nos dejaba entrar en su jardín a recoger y comer todas las cerezas que quisiéramos. Dicen que la fruta hurtada es la que mejor sabe (robatorum per menjatorum non est pecatorum, dicen), aunque no era el caso porque nosotros teníamos consentimiento, pero igualmente pasar un rato encaramados al cerezo ajeno en busca de las más maduras, y ponérnoslas como pendientes, fueron unos ratos deliciosamente festivos. Momentos de felicidad que deberíamos (debemos!) permitir que todo/a niño/a pueda vivir: el placer, el esfuerzo y el orgullo de cultivar y cosechar sus propios alimentos. En mi casa, por suerte, hay dos cerezos. Son pequeños y no podemos encaramarnos a recoger sus frutos pero cada año volvemos a lucir pendientes de cereza.

Soy la que soy, entre otras cuestiones, por el lugar en el que crecí y los árboles con los que conviví, y sé que le debo mucho a todos ellos. Justamente ayer 5 de junio era el día del medio ambiente, que este año se difundió con el lema "Muchas especies. Un Planeta. Un Futuro". Triste que debamos tener un día para recordar semejante evidencia. Quien no entiende que somos parte de la naturaleza, que dependemos de ella y que a ella nos debemos, y niega la responsabilidad que tenemos como individuos y como sociedad, es pura y simplemente un necio.

sábado, 5 de junio de 2010

Dos años de huerto

Dentro de unos días se cumplirán dos años que montamos el huerto y sembramos los primeros plantones. El año pasado ya hablé sobre ello, lo reproduzco en verde. A todo lo que dije, no le quito ni le pongo una coma. Si acaso le añado (al final) unas cuantas líneas, con lo que hoy por hoy creo que es este blog.
Es difícil explicar el cúmulo de sensaciones, vivencias y recuerdos que este año me ha aportado, porque todo lo que hemos hecho supera las meras acciones - sembrar plantones y semillas, luchar contra pulgones, quitar malas hierbas y regar-, va más allá. Me quedo con otras cosas más intangibles, que me han pasado por primera vez en este año de huerto, y que colateralmente han contribuido a conocer mejor mis capacidades y mis límites:
  • las dudas de los días previos
  • la satisfacción de haber montado las paradas
  • la perplejidad de ver surgir las primeras flores
  • la tranquilidad que aporta regar al anochecer
  • la desilusión de los intentos fallidos
  • la magia de la naturaleza, que todo lo puede
  • la recompensa de las cosechas
  • el festín de los sabores
  • la perseverancia depositada en vencer a los pulgones
  • la libertad de saltarse un poco el método
  • la apatía del invierno
  • la alegría de compartir los resultados con las personas que quiero
  • las necesidad de experimentar
  • la curiosidad por aprender
  • la superación del miedo al fracaso
  • la energía canalizada en quitar malas hierbas
  • la sensación de transitar un camino propio
  • la paciencia de dejar crecer los frutos hasta su momento justo
  • las ganas de divertirse
  • la oportunidad de dialogar e intercambiar conocimiento
  • la felicidad de trabajar a medias
  • la satisfacción de descubrir resultados en los frutales, tras años de espera
  • la suerte de tener un trocito de tierra al sol
  • la renovación que trae el buen tiempo
  • la tristeza de recoger la última hortaliza de cada temporada
  • la aceptación del paso de las estaciones, las inclemencias, los sucesos y los imprevistos
  • la intuición de guardar semillas para empezar de nuevo
  • el amor depositado en un proyecto, y en un futuro
Me dejo otras muchas sensaciones, a las que me cuesta poner palabras. Quizás el año que viene me resulte más fácil, y entonces prometo compartirlas. Gracias por estar allí todo este año, por echarme un mano en el huerto, por darme consejos y ánimos, por leer el blog y dejar algún comentario. Muchas gracias, de corazón.
¿Qué añadiría acerca de este último año?

Empecé este blog como un diario del jardín. Deseaba ir identificando la flora tan diversa, y para mí desconocida, que teníamos en casa, e ir explicando cómo iba cambiando el jardín a lo largo de los años porque era inevitabe ir poniendo y quitando plantas. Me pareció que a los chicos les gustaría leerlo cuando fueran mayores y les ayudaría a recordar detalles de su infancia. A la vez sentía (y siento todavía) una creciente necesidad de leer sobre horticultura y ecología, y con el blog podía ordenar conceptos, dejar por escrito algunas ideas, y pensar en las emociones que el huerto estaba despertando. Al escribir desentrañaba el diálogo que empecé a tener con la tierra, con la naturaleza, a raiz de llegar a esta casa.

Entrada a entrada, se ha ido construyendo Diálogo con la Tierra. Aún no sé qué es, este blog, y qué quiere ser 'de mayor'. Han pasado dos años y sigo escribiendo, pero porque también sigo caminando, respirando, trabajando, sonriendo, soñando, viviendo de la manera que sé, o que soy:
  • Sin certezas, por pura intuición y por esa necesidad intensa de entender y entenderme
  • Sin un destino claro, pero con energía e ilusión para recorrer el camino
  • Con respeto hacia la tierra
  • Con espíritu crítico respecto a lo que veo y aprendo
  • Con honestidad y con mucha humildad -porque es sólo el diario de mi huerto, como otros tantos huertos que hay en el mundo, no es un blog técnico, no soy profesional, no pretendo llegar a nada-
  • Con vocación de aprender cualquier cosa que me ayude a ser mejor persona
  • Con gratitud por todo lo que el huerto me ha regalado
  • Y con mucha curiosidad por todo lo que ha de llegar

martes, 1 de junio de 2010

Taller de agricultura ecológica


Si llevas un tiempo planteándote cultivar verduras y hortalizas en casa, pero no sabes ni por dónde empezar, este sábado tienes una oportunidad de oro para aclarar todas las dudas.

Las imágenes adjuntas corresponden a los minihuertos que se alquilan en la Biogranja La Real, situada junto al Monasterio de la Real, de Palma -de la que ya os he hablado en otra ocasión. Fueron tomadas a primeros de abril, por tanto podeis ver la siembra de otoño, espléndida y variada.

Tu también puedes disfrutar de algo así de bello y saludable en tu propia casa. Anímate a cultivar un huerto, si tienes una pequeña porción de terreno, o prepara tu terraza o balcón para acoger mesas de cultivo, jardineras o maceteros grandes). Te lo recomiendo, porque es una actividad fácil, divertida, saludable y relajante, muy gratificante, te ayuda a comer más sano, y además podrás disfrutar todo el verano del color y sabor de auténticos tomates, pimientos y berenjenas, lechugas y aromáticas.

Precisamente en la Biogranja- tendrá este sábado 05 de junio un taller de agricultura ecológica, en el que se explicarán algunas nociones básicas sobre el huerto eco-familiar. Alternando explicaciones y prácticas, a lo largo de la mañana se irá explicando cómo diseñar el huerto y cómo decidir qué plantar, dónde y cuándo. También se tratarán cuestiones importantes del día a día: como trabajar la tierra, fertilizantes, plagas y enfermedades, o el montaje del riego automático. El taller tendrá lugar de 9 a 14 horas y su precio es de 50€. Más información e inscripciones en el 971 25 41 95.