- las dudas de los días previos
- la satisfacción de haber montado las paradas
- la perplejidad de ver surgir las primeras flores
- la tranquilidad que aporta regar al anochecer
- la desilusión de los intentos fallidos
- la magia de la naturaleza, que todo lo puede
- la recompensa de las cosechas
- el festín de los sabores
- la perseverancia depositada en vencer a los pulgones
- la libertad de saltarse un poco el método
- la apatía del invierno
- la alegría de compartir los resultados con las personas que quiero
- las necesidad de experimentar
- la curiosidad por aprender
- la superación del miedo al fracaso
- la energía canalizada en quitar malas hierbas
- la sensación de transitar un camino propio
- la paciencia de dejar crecer los frutos hasta su momento justo
- las ganas de divertirse
- la oportunidad de dialogar e intercambiar conocimiento
- la felicidad de trabajar a medias
- la satisfacción de descubrir resultados en los frutales, tras años de espera
- la suerte de tener un trocito de tierra al sol
- la renovación que trae el buen tiempo
- la tristeza de recoger la última hortaliza de cada temporada
- la aceptación del paso de las estaciones, las inclemencias, los sucesos y los imprevistos
- la intuición de guardar semillas para empezar de nuevo
- el amor depositado en un proyecto, y en un futuro
viernes, 12 de junio de 2009
Mi balance de un año
Hoy hace un año que montamos el huerto y sembramos los primeros plantones. Es difícil explicar el cúmulo de sensaciones, vivencias y recuerdos que este año me ha aportado, porque todo lo que hemos hecho supera las meras acciones - sembrar plantones y semillas, luchar contra pulgones, quitar malas hierbas y regar-, va más allá. Me quedo con otras cosas más intangibles, que me han pasado por primera vez en este año de huerto, y que colateralmente han contribuido a conocer mejor mis capacidades y mis límites:
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