El huerto ha tomado su ritmo propio y nos ofrece cada día algo, en su justa medida, con lo que alimentarnos. Cuando me doy la vuelta, han madurado un par de tomates, han salido media docena de pimientos verdes o han brotado las primeras flores de calabacín. Se ha llenado de abejas, de mariposas, y también de hormigas -a las que por el momento prefiero percibir como aliadas del huerto-.
Estamos ya pensando en cómo encarar el otoño, qué sembraremos alrededor de las paradas -patatas, fijo-, en cómo ir renovando los planteles de lechuga -que empiezan a amargar- y sobre todo nuestro reto inminente es sobrevivir a los bichitos verdes que campan a sus anchas por los tomates de ensalada y según mi teoría personal "les chupan toda la energía y no les dejan madurar". He descubierto que son chinchillas verdes (Nezara viridula), ahora sólo me falta acabar con ellas, de manera ecológica a ser posible.